Empezábamos el día en la playa, tirados en la arena. Normalmente con una o dos cervezas en nuestras manos, o una botella de ron. Mirábamos al mar mientras le dábamos un trago a nuestra bebida, aprendimos a "desayunar" como los campeones. Después nos mirábamos y nos reíamos, nos reíamos mucho, a carcajada limpia, acordándonos de la noche anterior y tomando con humor los, probables, errores cometidos. No nos importaba, la cuestión era pasárselo bien.
Empezábamos a andar por las calles de la ciudad cuando la gente ya empezaba a llegar a la playa, y a veces, de camino a nuestra habitación, caía un tatuaje o piercing inoportuno. ¿Qué importa? Eran recuerdos, y ahí siguen.
Así, cada uno de nosotros, pasamos los días. O a lo mejor es como nos hubiera gustado pasarlos.
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