Cuando ya no pueda más y el cielo se vuelva gris y el tiempo pase lento estando a su lado. Cuando quiera que llegue septiembre para empezar las clases y ya no me guste acostarme tarde y los planes de los sábados se vuelvan rutina. Cuando no actúe por impulsos y medite las cosas antes y los días se vuelvan más cortos. Cuando no me apetezca pasar una tarde de verano rodeada de mis amigos y no quiera tomar un helado porque se derrite y ensucia las manos. Cuando me preocupe más por el desorden de mi habitación que por el de mi vida y me aburra ver mi película favorita. En ese momento, sabré que no merece la pena seguir aquí, porque habré perdido las mejores cosas de mi vida.
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