Gracias por nada, desde siempre.
Nunca te interesaste en saber qué pensaba, cómo me sentía o qué tal estaba cada día, ni siquiera cada semana. Así que no esperes que te mire con amabilidad, ni siquiera con neutralidad, de hecho, no me voy a rebajar a mirarte a la cara. Gracias, de nuevo.
Espero que dentro de un tiempo, vuelvas la vista atrás y te des cuenta de los fallos que cometiste y que la culpa de las cosas no la tuvieron los demás, como les hacías creer, si no tú. Siempre fuiste tú.
Y así, cuando te oiga pedir ayudar y gritar por ella, seguiré caminando orgullosamente sin darme la vuelta. Más o menos, como hacías tú.
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